El bazo, un órgano "de segunda" que adquiere nueva importancia

Almacena diez veces más glóbulos blancos que la sangre para reparar lesiones graves
 
Natalie Angier
The New York Times
NUEVA YORK.- El bazo, considerado hace mucho tiempo como un órgano abdominal "de segunda", tiene en realidad un papel muy importante en la defensa del organismo.
Un equipo de investigadores del Hospital General de Massachussets y de la Escuela de Medicina de Harvard describe en Science estudios que demuestran que el bazo es un depósito de gran cantidad de células inmunológicas llamadas monocitos. Cuando se produce una lesión grave, como un infarto, una herida grande o una invasión de microbios, el bazo los expulsa hacia el torrente sanguíneo para dar batalla.
"Es lo que los militares conocen como ejército regular -explica Matthias Nahrendorf, uno de los autores-. Uno no quiere tener que reclutar todas las reservas cada vez que lo necesita." Junto con Filip K. Swirski, Mikael J. Pittet y una docena de colegas, Nahrendorf realizó los estudios iniciales en ratones, pero los científicos creen que los resultados pueden aplicarse a los seres humanos. De hecho, el inmunólogo Ulrich H. von Andrian, de la Escuela de Medicina de Harvard y que no participó en la investigación, estuvo de acuerdo con que los hallazgos eran "sorprendentes".
En un segundo estudio, Ting Jia y Eric G. Pamer, del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, explicaron que "al bazo no se lo suele tomar tan en serio como a sus vecinos [el hígado o el estómago] porque podemos sobrevivir sin él". Pero el bazo puede romperse durante la práctica de deportes de contacto o en accidentes y, en ese caso, los cirujanos no tienen opción. "Es un órgano tan vascularizado que el riesgo de hemorragia es muy grande: si el bazo se rompe, es una emergencia quirúrgica -dice James N. George, hematólogo del Centro de las Ciencias de la Salud de la Universidad de Oklahoma-. Hay que extirparlo."
Los autores aseguran que los descubrimientos no se oponen a la necesidad de extirpar el bazo dañado, pero sugieren que la pérdida de ese órgano sería algo más que un mero "inconveniente". Además, ayudan a explicar estudios previos que habían demostrado que las personas a las que se les extirpa el bazo tienen más riesgo de morir tempranamente.

Una historia poética

En un trabajo publicado en 1977 en The Lancet , por ejemplo, compararon a de 740 veteranos estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial que habían perdido su bazo por heridas de guerra con otro grupo de veteranos que había logrado conservar ese órgano. El primer grupo tenía el doble de probabilidad de morir por enfermedad cardiovascular que el grupo control.
Otra razón por la que hay que cuidar el bazo -un órgano púrpura del tamaño de un puño, que pesa 150 gramos y está a la izquierda de la cavidad abdominal, justo detrás del estómago y debajo del diafragma- es su ilustrada historia médica y poética. Galeno lo consideraba la fuente de uno de los cuatro humores corporales, vinculado específicamente con la bilis negra de las personas irritables y de los melancólicos.
Recientemente, los investigadores empezaron a estudiarlo más a fondo: en otros órganos la sangre fluye a través de un sistema de arterias, venas y capilares cada vez más pequeños. El bazo, en cambio, tiene un sistema circulatorio no capilar: la sangre entra, queda en los sinusoides como en "lagunas" y para salir tiene que pasar entre las células. Esos movimientos ayudan a filtrarla. Al bazo se lo llamaba el "cementerio de los glóbulos rojos", pero es más un centro de reciclaje para que el hierro y otros componentes se separen de la célula y la hemoglobina los reutilice.
En este nuevo trabajo, los científicos comenzaron estudiando los monocitos, los glóbulos blancos más grandes del organismo. "Esas células son los mayores reconstructores después de un infarto -explica Nahrendorf-. Retiran las células musculares muertas, crean un tejido estable y estimulan el crecimiento de nuevos vasos."
Las células "cortan y pegan" rápidamente. "En las primeras 24 horas posteriores a un infarto de miocardio -continúa-, millones de monocitos" se reúnen alrededor del corazón. Pero, ¿de dónde viene ese equipo de respuesta rápida? La cantidad que circula en la sangre es muy baja y, tras analizar todos los órganos, el equipo halló que se almacenaban en el bazo. "La cantidad era diez veces mayor que la que circula por la sangre", comenta Nahrendorf.
Según los investigadores, los monocitos, como todas las células sanguíneas, nacen en la médula ósea y en algún momento migran al bazo. Allí, aguardan señales químicas de alguna lesión para salir a trabajar sin demora. Esto es algo que los investigadores esperan poder entender algún día para controlarlo a voluntad.

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