La barra de pan, la baguette y los picos

La barra de pan, la baguette y los picos

Dentro de la dieta alimenticia que llevamos, de todos los productos que consumimos y que nos aportan su granito de nutrientes se encuentran el pan. El pan ha sido, y sigue siendo, el centro de las comidas. Tanto es así que pareciera que lo fundamental en el menú del día falta. Es el eje en torno al cual la mesa se coloca, se dispone, se pone y se comparten los alimentos, aquello que, en definitiva, sustenta a la persona y que genera vínculo. Por otro lado, otros dirían que el pan no es del todo bueno pues afecta a la imagen del sujeto que lo come pudiendo éste ser objeto de burlas o comentarios malintencionados.
Del pan se podría decir mucho, pero lo que en este momento me interesa es hacer una analogía de tres tipos de pan que usamos con frecuencia como si fueran tres modos de ser/estar en el mundo. Posiblemente te preguntes en este instante ¿a dónde quieres llegar? Permíteme que dirija la reflexión hacia un lugar que seguro te será, como poco, curioso.
Todos sabemos que hay diversos modos de hacer el pan. De hecho, vemos que existen y coexisten distintos tipos del mismo. Así tenemos las barras, las chapatas, los bollos y bollitos, las baguettes, el pan de pueblo, las barras rústicas, el pan de pita, los colines o picos y un largo etcétera que irá variando en función del lugar geográfico o cultura. De todos ellos, para esta reflexión, me quedaré con la barra tradicional de pueblo, la baguette y los piquitos o picos. Ninguno de ellos tiene un proceso de elaboración igual al otro, ninguno de ellos necesita la misma cantidad de tiempo ni esfuerzo humano.
La barra típica de pan, la que siempre se ha despachado en la panadería, lleva horas de elaboración tras de sí. Un buen madrugón por parte del panadero, una buena elaboración de la masa con su amasado y un punto genuino de coción en el horno (a ser posible de leña). Hay todo un proceso lento y cuidadoso para poder ofrecer, desde primeras horas del día, un producto que sacie y alimente, que sea gustoso comer y muy apetecible.
La baguette es un pan que se elabora de un modo más rápido y que necesita, sobre todo, que su masa posea burbujas como de aire y su corteza sea muy crujiente. Normalmente es el pan típico que compramos los domingos cuando las panaderías están cerradas y que se deja precocinado para que luego, con sólo calentarlo un poco, pueda ser consumido. Su sabor es muy típico e inconfundible, así como su aspecto alargado y estrecho.
Por último, hablamos de los colines o picos de pan. Éstos los compramos en bolsas, de distintos tipos y con su fecha de caducidad al dorso. Son muy pequeños, crujientes y densos en su miga. Los encontramos de diversas formas y en diversos establecimientos comerciales. La gente los usa mucho en la actualidad para controlar la cantidad de pan que come y así evitar engordar.
Estos tres tipos de pan me sugieren tres formas de ser, tres modos en que la persona puede crecer y madurar como tal. Veamos pues en qué consiste cada uno de ellos.
En primer lugar, la barra típica de pan, el pan de pueblo de toda la vida, me inspira el camino que algunas personas deciden recorrer en su vida. Un camino elaborado, bien recorrido, sin atajos, vivido en cada momento, experimentado. Un proceso en el que el sujeto crece interiormente y que refleja en su vida mediante acciones y gestos solidarios desinteresados hacia los otros. Estas personas, cuya masa interior es excepcional, son reclamados por todos para aquellas gestas a favor de un mundo mejor. De estas personas tenemos muchos ejemplos a lo largo de la historia en todas las culturas y religiones. Algunas son muy conocidas internacionalmente y otras tal vez no lo sean tanto, como por ejemplo: las amas/os de casa, el personal de la salud o de la educación, etc, pero que, sin lugar a dudas, colaboran, cooperan y trabajan en la construcción de los grandes ideales que el ser humano a proyectado y que ha llamado utopía.
En segundo lugar, vemos que en la sociedad hay un gran número de personas que podemos recoger bajo la imagen de la baguette. Sujetos que han crecido interiormente mucho y muy rápido pero que por ello han dejado huecos de aire dentro de sí. En apariencia es gente increíble: colaboran, cooperan y hasta ofrecen su ayuda pero sin garantías, pues no hay una buena masa que los tenga bien construidos y hechos por dentro. Son de buen ver, artífices de cosas espléndidas, pero se han olvidado de el “desde dónde” lo hacen y la finalidad, esto es, el “para qué”. Estoy convencido que muchos nos podríamos ubicar en esta variedad, pues a pesar de todo estamos en grupos con otros, y sabemos que también la mesa se dispone en torno a este pan que se comparte y reparte. El único “problema” es que a este pan le falta fondo y aún precisa su masa mucho más de ser amasado a pesar de que sus intenciones sean buenas. En ocasiones, pareciera que con ser recalentados o calentados sería suficiente, pero al final uno se da cuenta de que no tiene la hechura del buen pan que desde su esencia convoca, reúne y se entrega.
El último tipo, que son varios, al que me quiero remitir son los colines, piquitos o picos de pan. De este grupo, lamentablemente en la actualidad, hay un grandísimo número. Son muchos: durillos, cortos de miras, sin masa elaborada e individualistas; pues es conocido por todos que cuando uno coloca un puñado de picos en la mesa cada cual coge los que quiere sin implicación y sin más. No necesitan ser partidos ni repartidos. Obvian al otro y sus necesidades y no se entregan. Estos también parecen buenos, pero por dentro son de corazón más o menos duro. Su mirar es hacia fuera continuamente y superficial, pues lo que importa es llenarse sin compromiso ninguno, disfrutando sólo de ese instante. No sabemos dónde se han fabricado, pero llevan en sí la frialdad de la fábrica, la oscuridad de las cajas y lo hermético de las bolsas que los contienen. Hay personas así en el mundo, que parecen mirar maquinitas y que se desconectan de la realidad pensando que son otros los que tienen que comprometerse con ella.

Soy consciente de que la reflexión podría dar mucho juego si se hiciera un análisis más o menos detallado de los distintos tipos de pan, pues es una falacia querer simplificar los grupos sociales existentes en sólo tres tipos. Pero creo que, a groso modo, estos grupos están bien diferenciados, son reconocibles y nos pueden sugerir una pista a cada uno para que podamos ubicar nuestro modo de ser/estar en la realidad cotidiana.
Finalmente, considero que si bien las barras de pan típicas, de pueblo, hay un gran número debiéramos de reclamar más gente de este tipo y, lo que es más importante, convendría formar/educar a los sujetos en esta línea: en un camino interior sólido que consiga dejar un buen sabor de boca todo el día hasta la siguiente comida. Pero, al mismo tiempo, entiendo que muchos hemos optado por ser baguette por la premura y la prisa propia del ritmo que diariamente llevamos. Quizá, para los que entendemos que estamos aquí, debamos de echar manos de recursos que nos permitan afianzar y dar profundidad y consistencia a nuestra masa. Esta actitud, y estoy convencido de ello, es ya un referente y un signo para las personas que se mueven por las mesas del mundo como los piquitos de pan. Al final, y creo que todos y todas estamos convencidos de ello, las buenas masas son las que dan el sabor y el color inconfundible al buen pan del que el mundo precisa nutrirse.
Autor: Jose Chamorro

Trastornos obsesivos sin compulsiones

Trastornos obsesivos sin compulsiones

Ahora bien, tú planteas que solamente tienes obsesiones (rumiaciones), es decir, no existen ritos externos. El tratamiento de este tipo de trastornos presenta peculiaridades, algunas de las cuales se comentan a continuación:

* La exposición a estímulos temidos con prevención de respuesta es también efectiva. Por ejemplo, un paciente tenía un pensamiento obsesivo de que iba a clavar un cuchillo a su hijo. Era un pensamiento irracional, quería muchísimo a su hijo y sabía que no lo haría nunca; pero ese pensamiento venía a su cabeza sin poderlo evitar y esto le producía mucha ansiedad. En este tipo de casos el miedo suele ser a perder el control y que pudiese llegar a ocurrir, por supuesto se trata de un miedo sin sentido. El tratamiento consiste en mantener el pensamiento de forma repetitiva hasta que su presencia no produzca ansiedad. Se ha comprobado experimentalmente que la exposición continuada al estímulo temido, en este caso el pensamiento, reduce y elimina el miedo que produce. Eliminada la ansiedad el pensamiento desaparece.
* En el caso anterior la rumiación coincide con el estímulo que origina el miedo; pero no en todos los casos es así. Por ejemplo, un paciente en proceso de separación tenía un pensamiento obsesivo de querer volver con su mujer, cosa que no solamente no deseaba realmente, sino que además era imposible. En este caso el temor lo originaban las consecuencias sociales de la separación, pues vivía en un ambiente muy tradicional. Pensar que quería volver con su mujer era el rito, una forma de intentar paliar la ansiedad que le causaba el rechazo social que se avecinaba. El estímulo ante el que tenía que perder la ansiedad era este rechazo social. El tratamiento consistió en la exposición al estímulo temido, el rechazo de las personas allegadas y la prevención de respuesta: pensar que realmente no podía volver con su mujer. En consecuencia es fundamental determinar cual es el estímulo que origina el problema, a veces no es tan evidente como puede parecer. El pensamiento obsesivo puede ser fuente directa del problema o puede ser parte del rito.
* Un problema importante que tiene el paciente en el tratamiento de las obsesiones sin compulsiones asociadas es el control necesario para no realizar el rito durante la exposición, ya que se trata de un pensamiento y en cosecuencia es más difícil ayudarle de forma externa. Por ejemplo, si un paciente obsesivo compulsivo se ducha compulsivamente durante horas un familiar que le ayudase en la prevención de respuesta podría cortar el agua caliente a los 15 min. Sin embargo, es más difícil ayudar para que el paciente deje de pensar algo. Los intentos de no pensar en algo suelen estar destinados al fracaso más rotundo. Por ejemplo si dicen o te dices "No pienses en tus pies" tus extremidades se hacen inmediatamente presentes. En estos casos la intervención directa del terapeuta es esencial para conseguir el éxito.
* A veces existen compulsiones que no son explícitas. Un ejemplo, una paciente tenía el pensamiento obsesivo de que por su culpa había ocurrido un accidente de tráfico y había muerto una persona. Estaba diagnosticada como obsesiva sin compulsiones; pero analizando con detalle sus conductas se descubrió que durante la obsesión realizaba un pequeño rito elevando ligeramente los dedos del pie derecho. Dejar los dedos en su sitio suprimiendo ese pequeño rito ayudaba a la paciente a controlar sus pensamientos rituales durante la exposición.
* No siempre los pensamientos repetitivos y no productivos son obsesiones, también pueden enmarcarse en un proceso de preocupación patológica, que también está asociada a la ansiedad y tiene un abordaje similar al que se plantea aquí. Se puede consultar una reflexión sobre la preocupación patológica pulsando aquí.

La preocupación como paliativo de la ansiedad

La preocupación como paliativo de la ansiedad

Al ser la preocupación una parte de la resolución de problemas que nos causan ansiedad, solamente el hecho de empezar a pensar en solucionar un problema significa que se ha comenzado su afrontamiento y, así, aumentamos la probabilidad de librarnos del peligro previsto y ya nos comenzamos a calmar, porque hemos iniciado la resolución del problema.

Se ha demostrado que la preocupación tiene un impacto directo sobre la ansiedad, en concreto sobre el tono vagal que incluye los latidos del corazón y la respiración. Es una reducción de determinadas formas de activación que, sin embargo, genera otras también desagradables como la tensión muscular y la inquietud. Al pensar, generamos imágenes o palabras; pero en la preocupación patológica se hace solamente de forma verbal, (Borkovec e Inz, 1990) alcanzando de esta forma un alto nivel de abstracción que aleja de la realidad de la amenaza más que las imágenes y nos permite, además, aplicar la lógica, lo que facilita llegar a soluciones más coherentes. Roemer y Orsillo (2002) dan gran importancia a este hecho y afirman que la forma más llamativa de evitación en el trastorno de ansiedad generalizada es la evitación de estímulos o experiencias internos, aunque irónicamente la preocupación se convierte en una experiencia interna no deseada. Así se explica como pueden darse simultáneamente dos procesos aparentemente contradictorios, la disminución de la ansiedad y el aumento de la tensión muscular.

Pero no es ese el único camino por el que la preocupación se convierte en una conducta de evitación, que rebaja la ansiedad: Muchas veces los sujetos con trastorno de ansiedad generalizada, al preocuparse de sucesos muy poco probables, rehuyen hacerlo de problemas acuciantes a los que no quieren o no pueden enfrentarse (Borkovec, Alcaine, y Behar, 2004). Si se preocupan porque es posible que caigan enfermos, no les quedará tiempo para pensar que las relaciones con su pareja no son agradables y que no ven posibilidades de mejorarlas. Se evita así la experiencia de la ansiedad al preocuparse de problemas menores para no afrontar aquellos que causarían mayor ansiedad y que no son solucionables. Al ocupar los recursos mentales en los temas que causan menor sufrimiento se impiden los pensamientos más amenazantes. Preocupándose de problemas terribles, aunque poco probables, se cree que se está haciendo todo lo posible para solucionar problemas; aunque en realidad los estén evitando. La quintaesencia de este proceso consiste en que los humanos puede crear estrés para excluir un dolor posterior mayor (Borkovec, Alcaine, y Behar, 2004).

La preocupaciones patológicas y sus trastornos