Los edulcorantes artificiales que se emplean
frecuentemente como sustitutos del azúcar acompañando al café, en
refrescos y alimentos preparados quizás no sean el aliado que aparentan
ser contra la obesidad, el sobrepeso y sus trastornos metabólicos asociados como la diabetes. Un estudio de investigadores del Weizmann Institute of Science
(Israel) sostiene que el consumo de estos aditivos provoca, al menos en
algunas personas, intolerancia a la glucosa, una fase previa a la
diabetes en la que hay una mayor concentración de azúcar en la sangre, y
alteraciones metabólicas relacionadas con la obesidad; es decir, el
efecto contrario al que pretenden conseguir.
El trabajo, que publica la revista Nature,
explica esta paradoja apoyándose fundamentalmente en los cambios que
estas sustancias –se han analizado tres, la sacarina, la sucralosa y el
aspartamo- provocan en la flora intestinal de ratones y que derivan en
alteraciones tanto de la composición como de la función de las bacterias
del sistema digestivo.
Como consecuencia de ello, los autores del
estudio, Eran Elinav, del departamento de inmunología del centro de
investigación israelí, y Eran Segal, del departamento de computación,
sostienen que la expansión del uso de los edulcorantes artificiales en
bebidas y alimentos se puede considerar, entre otros motivos, como una
de las causas de la epidemia de diabetes y obesidad que se extiende por
el mundo. Casi un tercio de la población padece sobrepeso.
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Otros especialistas son mucho menos contundentes
y matizan seriamente las conclusiones a las que ha llegado el grupo
israelí. Es el caso de Miguel Ángel Rubio, secretario de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición,
quien destaca que la mayoría de los estudios realizados hasta el
momento no han encontrado problemas para la salud por el consumo de
edulcorantes en las dosis habituales. El matiz es importante, ya que,
añade, en el artículo que publica Nature se ha administrado la cantidad
máxima permitida por las autoridades sanitarias estadounidenses (FDA), 5
miligramos por kilo de sacarina. “Esto supondría 350 miligramos en una
persona de 70 kilos, lo que supone una dosis exagerada, nadie consume
estas cantidades”, comenta. Además, censura que la mayoría de las
conclusiones se han extraído de las pruebas hechas en ratones cuando,
debido a las diferencias entre ambas especies, no son resultados que se
puedan trasladar directamente a humanos.
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